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CENTRO DE CREACIÓN CONTEMPORÁNEA

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Capítulo uno. Irvine Welsh en conversación con Patricia Gosálvez

Letras

Desde el momento en que Trainspotting se convirtió en un fenómeno literario y cinematográfico, Welsh ha sido definido como “el Celine escocés de los noventa” (The Guardian), “un excelente cronista y un genio de la sátira más perversa” (Aleix Montoto, Go) o “uno de nuestros grandes conocedores de la depravación” (Louise Welsh, The Independent). También se le ha acusado de ser un autor cuyos libros son leídos por personas que normalmente no leen y de tener una visión negativa de la literatura. La realidad es que este escritor prolífico no se ajusta a la norma y eso puede molestar a quienes buscan una literatura más cómoda. El uso sin concesiones de un dialecto escocés, la introducción de narraciones fragmentarias en el cuerpo de sus novelas, la construcción de relatos que integran desde observaciones filosóficas hasta actos delictivos, la creación de una prosa coherente con una visión punk de la narrativa, son rasgos claves de su escritura y la demostración perfecta de su intención: “Me gusta desafiar, molestar, perturbar e irritarme cuando escribo. Esa es realmente mi motivación: empujarme a ver cosas que no se ven en la ficción, o que se ven de forma muy trillada desde la posición divina del autor”.